lunes, 3 de junio de 2013

La cigarra te cuenta un cuento



Entre montañas y caminos zigzagueantes de piedritas por partes y asfalto por otras, llegamos a Tarabuco. A tan sólo una hora y media de la ciudad de Sucre, para perdernos en sus callecitas de los mil y un colores de la tierra que contrastan con los brillos de los tejidos de ponchos, gorros, aguayos, polleras, bolsos y manteles. Es zona de tejedoras que cuentan cuentos en sus mantas. No hay un tejido igual a otro, aunque en varios se dibujen vizcachas, maizales o casitas. Los hilos hablan el lenguaje de lo cotidiano hecho historias que perdurarán bordadas. Todos hablan tres idiomas, el quechua (siempre), el español (cuando es necesario) y el de los dedos que hilvanan historias.


El cuento que se narra en días domingos es el del trueque en el mercado campesino, el estacionamiento de burros no deja lugar a dudas. Toditos y toditas bajan con sus papas, maíces, tomates, cebollas, ajos, zanahorias, lechugas y más y más cultivos que envueltos en aguayos hacen de los burros una fiesta de colores. Ahí se produce el intercambio material y simbólico. Las noticias vuelan y los celulares vuelven a tener carga, para avisar en la casa que se apronte la encomienda que el bus que salió del pueblo ya va en camino. En el medio del monte, en el adobe de un ladrillo el celular suena. La doña que lava ropitas al sol del mediodía, va a preparar a la casa de tejas bien rojas los abarrotes necesarios. Luego, sale al campo seco y mira en el horizonte que allí se asoma, en sube y baja, un bus. Se acerca a la ruta, hace poquito asfaltada, y entrega la encomienda. Ese aguayo que envuelve cultivos frescos, ropita limpia y una manta nueva, se va hacia Sucre. Es la encomienda para la joven que ya hace un año se fue a estudiar allá.



María José Parra (narración)

Martín Marino (fotos)   
 
























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