lunes, 14 de octubre de 2013

La Casa de Anastasio, otra historia


A las afueras del pueblo, en el campo de Valle Grande, Anastasio cultiva papas, cebollines, trigo y otras yerbas. Un caballo, algunas vacas y gallinas también habitan el lugar. Alemán de nacimiento, vallegrandino por opción y guevarista hasta la médula, es de las personas que más estudiaron la ruta del Che en Bolivia, que más charlaron con la gente en esos lares, que decidió quedarse, aprender y refundar el pensamiento en el lugar mismo de la derrota. Persona honesta, consecuente, de vida austera, de compartir lo que tiene con quien quiere. Querible como pocos, alegre y razonable. Allí sentados, en su mesa de madera, en esa cocina que acaricia, con esa vista al pueblo, al valle, a la montaña que queda bien prendida en las retinas. Allí, en aquel lugar cálido y bien de hogar, nos dimos cita.


Compartimos con Juan Martín, hermano más pequeño del Che, que por primera vez anduvo en esos sitios… luego de años de evitarlo, al fin allí. Caminando el memorial, la escuelita de la Higuera, la lavandería y los senderos de esas tierras, junto al Chato Peredo: sobreviviente de la reorganización de la guerrilla y hermano de dos guerrilleros, Inti y Coco, que pelearon junto al Che. El Coco es asesinado en la emboscada de La Higuera, unos días antes de la captura del Che en la Quebrada del Churo. Inti, es asesinado en La Paz – el 8 de septiembre de 1969- cuando se encontraba a cargo de la II guerrilla luego de la muerte del Che.
Risas en las comidas. Desayunos de mates y café con leche, de panes de campo y mermeladas caseras. De almuerzos en el mirador vallegrandino con comiditas del lugar, sopas y empanadas difíciles de olvidar. Discusiones políticas de a ratos, de noche, con cerveza y algún vino de por medio. Momentos irrepetibles, registrados de a ratos con el lente de la canon, guardados completitos del modo en que el recuerdo los logre preservar.
Anécdotas, fragmentos de la historia familiar, social, política. Relatos de las huellas por Bolivia, partes, pedazos que no logran completar el rompecabezas.
Emociones por mil. Miradas que se cruzan, sonrisas que te vuelven al presente cuando la mente se voló ya lejos. Nosotros nos quedaríamos horas en la Lavandería, Juan Martín no puede, se aleja, se va y camina sólo un ratito. Se recompone y vuelve al grupo. Lo mismo en la escuelita de La Higuera.     

Contarnos cosas de la vida, quiénes somos, qué hacemos. Interesarnos por el otro, por los otros más allá incluso de la ligazón con el Che… y volver al Che, a lo que sabemos y a lo que deseamos saber, a lo que fue y a lo que sigue siendo. Al modo en que podemos ser como él. Charlar del desafío de entenderlo humano, despojado de todo misticismo. Indagar en sus facetas y en sus auto exigencias siempre al límite. Pensarlo alegre, vivo en tanto que dejó. Sus intentos, sus victorias, sus derrotas. Sus escritos, sus fotos, sus lecturas. Sus seres queridos aún con vida, sus amigos, sus estudiosos. Pensarlo en nosotros y en nosotras, pensarlo en función de ser mejores personas. Acercarnos por el modo en que nos indigna la injusticia.

Juan Martín y el Chato, en el Memorial

Por las calles de Valle Grande
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 Cena en lo de Anastasio

Las vistas

El gato, los entornos

La cocina

Cucharas, cucharones y naranjas

Muuuu




Juan Martín, el Chato, Anastasio...

Mirada al valle


La Lavandería

Juan Martín, Jorge, Anastasio y las réplicas de los diarios del Che

La última, la de todos/as quienes compartimos el hogar

Esa cocina...

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